Un encuentro reciente con unos compañeros me hizo recordar el arma más potente de la comunicación, muchas veces subestimada y otras sustituida por actitudes artificiales aparentemente beneficiosas y atrayentes, y la esencia de cualquier estrategia de comunicación. No tiene rival y ejerce un poder de atracción único. Estoy hablando de la naturalidad.
¿Quieres saber por qué recordé esta palabra? Porque fuimos tan sinceros los unos con los otros explicando proyectos, dificultades y visiones sobre nuestro trabajo que identificamos objetivos comunes y acordamos acciones conjuntas gracias a mostrarnos tal como somos.
La naturalidad que irradia una persona y por extensión la marca personal o corporativa es puro magnetismo.
Sea cual sea tu proyecto, desecha las actitudes encorsetadas y las falsas apariencias. Sé tú mismo, para poder ofrecer lo mejor de ti, y céntrate en lo más importante: las personas. La comunicación digital debería ser una prolongación de este comportamiento porque los medios sociales solo son nuevos canales de comunicación en los que sigue habiendo detrás personas que demandan, ahora más que nunca, marcas cercanas y auténticas. Lo que dices y escribes es un fiel reflejo de lo que es tu marca.
La naturalidad es la madre de la sinceridad: empieza en uno mismo y continúa con los demás;
la empatía: porque eres capaz de comunicar lo que eres, puedes ponerte en el lugar del otro y comprender sus dudas, problemas y necesidades;
la flexibilidad: entiendes las nuevas circunstancias y sabes adaptarte;
la credibilidad: la coherencia que demuestras te hace creíble;
la autenticidad: tu público te percibe tal como eres porque tu actitud y tus acciones van por el mismo camino.
La naturalidad no puede faltar en ninguna estrategia de comunicación y además “funciona”. Y a ti, ¿qué otras actitudes y valores te “funcionan”?
